31 de marzo de 2008

PEMEX: échale la culpa al muerto

Pablo Jair Ortega
pablo.jair.ortega@gmail.com


En medio de una propaganda que nos trata de lavar el cerebro con el asunto del “tesoro en aguas profundas”, se da nuevamente la muerte de un trabajador de Petróleos Mexicanos en su división Petroquímica. Se trataba de Róger Hernández Matus, de 43 años de edad, originario de Agua Dulce, y quien falleciera por la explosión de un tanque de almacenamiento de benceno.

Las causas, aún sin determinar, han llevado nuevamente a la empresa al ojo del huracán. Si bien es un desafortunado accidente en el que pierde la vida un trabajador, lo que nunca queda claro en la mayoría de las investigaciones es si hubo responsabilidad por parte de alguien, al igual que tampoco hay una presión por parte del sindicato petrolero para que se esclarezcan estas tragedias.

El caso que nos ocupa es el desamparo que tiene la verdad histórica con accidentes lamentables como el del pasado miércoles 26 de marzo, donde murió Roger. En las primeras versiones, se habla de que los directivos indicaban que la explosión se debió a que el obrero portaba un celular (que está prohibido en áreas industriales por el factor explosividad), pese a que Hernández Matus era conocido por ser de los pocos obreros que andaba pidiéndole a sus compañeros que no lo utilizaran en el área.

Pero otros cuenta una historia distinta al interior de la paraestatal, señalando un procedimiento que podría haber sido la causal del incidente: cuando se va a sacar una muestra a un tanque de producto, se utiliza un envase de vidrio; pero según disposiciones de los jefes, a los obreros los obligan a usar una reja metálica tipo canastilla para portar dicho envase; que entonces Hernández Matus estaba midiendo, pero hubo fricción de metal con metal y sucedió la explosión.

Si bien es cierto que por lógica los fallecidos (o alguno de ellos) al momento de una tragedia coadyuvaron o provocaron el incidente, lo que queda pendiente es quién los supervisa, quién los vigila, quién les ordena. Tienen como antecedente el caso de la explosión del buque Quetzalcoatl.

Se sabe que existen responsables y pese a lo delicado que resultan las situaciones como estas, se mantienen todavía secretos por el “bien” de la paraestatal: en el caso del Quetzalcoatl, trascendió por fuentes extraoficiales que un ingeniero ordenó cerrar las cortinas de agua que estaban protegiendo al momento de estarse soldando cerca de un tanque vacío (según los conocedores de seguridad industrial, ésta es la situación más peligrosa, por los vapores remanentes de productos). Que el procedimiento ya estaba terminándose, y por ahorrar recursos, fue que se dio tal orden con fatales consecuencias, al perder la vida siete personas.

Esto fue el 17 de octubre de 2006, y según la paraestatal, se rescindieron seis contratos de personal de PEMEX, “debido a que se encontró que habían tenido una responsabilidad en el accidente, y se aplicaron sanciones a otras cuatro personas involucradas”, según información del periódico El Universal.

De la misma manera, la fuente informa que se habrían generado 12 órdenes de aprehensión, según los resultados de la investigación realizada por la Procuraduría de Justicia del Estado, en la cual según el fiscal encargado del caso, Marcelo Ramírez Gopart, declaraba que: "Por los resultados de los peritajes, la declaración de los implicados y la información que recabó el Ministerio Público, no tenemos duda que el ciudadano juez soltará inmediatamente, por lo menos, 12 órdenes de aprehensión para castigar a los responsables del mortal accidente". Ahí mismo se dio a conocer que de acuerdo con las conclusiones de la indagatoria, el siniestro ocurrió por omisión y negligencia.

Vamos más hacia atrás: en abril del 2005, cuando se dio la muerte de 6 obreros de la compañía Reparaciones Navales y Petroquímicas, S.A., de C.V. al momento de reventar un ducto de amoniaco, se supo que los obreros estaban trabajando sobre una línea equivocada, ya que supuestamente trabajarían en una donde no estaba corriendo producto, pero alguien les señaló la que sí estaba activa y sobrevino la tragedia. ¿Quién les dijo donde no debían perforar? Un misterio.

Como siempre, los obreros son los que tienen que callar por temor a represalias; saben de la real situación al interior de la paraestatal, una muy distinta a la que se nos presenta como un PEMEX en crisis y de necesario rescate, cuando es sabido que existen miles de compañías privadas que se enriquecen con contratos que van desde la jardinería hasta trabajos de construcción y mantenimiento. Saben, y bien lo explican, que si no existieran estas rémoras al interior de la paraestatal, tal vez la realidad de PEMEX sería otra más favorable.

Pero además de las lucrativas ganancias que se realizan con los contratos de la paraestatal, lo que siempre queda en tela de juicio es si los cientos de obreros de compañías que son contratadas hasta para recoger la basura, tienen la preparación o el entrenamiento (ya aunque sea un trinche diploma) para llevar a cabo tareas dentro de instalaciones tan riesgosas.

Es así que los mismos obreros han entendido que la política extraoficial de la empresa para deshacerse de responsabilidades contra sus empleados de confianza, es echarle la culpa al muerto. Que ante el abandono del sindicato en su defensa y presión para esclarecer los accidentes, y una empresa que bien podría tomar represalias en caso de que se dañe su ya de por si deteriorada imagen pública, los trabajadores de PEMEX no tienen otra más que callarse y guardar silencio.

Sí, son remunerados los familiares de los trabajadores; se dan las compensaciones y los pagos de servicios funerarios: es lo menos que pueden hacer por exponer su vida diariamente; pero más allá de todo, y como para honrar a la memoria de estos caídos, también debería saberse de un castigo, de responsables, y no se trata de que se vea un circo mediático o que este autor esté clamando por sangre: es simplemente que no se vale que unos mueran por la incompetencia de sus jefes, “los ingenieros”, como los llama la flota obrera.

26 de marzo de 2008

El PRD, como la Tigresa o Madonna


NUBARRONES, por el monero Ahumada, en la edición
de La Jornada, este 26 de marzo


Como nunca, el Partido de la Revolución Democrática está teniendo uno de sus auges mediáticos más vistosos desde que se pensaba que este partido sería el que gobernaría al país con su entonces inalcanzable candidato, Andrés Manuel López Obrador.

En aquel tiempo, y previo a las elecciones del 2 de julio de 2006, el que en ese momento fungiera como jefe de Gobierno del Distrito Federal tenía el control de los medios de comunicación por sus conferencias madrugadoras. Ante un presidente Fox atrabancado y falto de tacto al llevar a cabo sus ataques políticos estratégicos, para un viejo lobo de mar como López Obrador fue fácil poner en aprietos a la Presidencia de la República con escandalitos como el desafuero, que Los Pinos finalmente no supo manejar y tuvo que echarse atrás porque Andrés Manuel, sin pisar ni un sólo azulejo de un tribunal, ya había ganado la partida con las movilizaciones sociales de apoyo y las demostraciones de persecución política por parte de un Fox Quesada empeñado en denostar a quien ya jugaba el papel de víctima.

A la sazón, el fenómeno Andrés Manuel –insistimos– ya rebasaba cualquier pronóstico, y era casi seguro que sería él quien relevaría a Vicente Fox no en Los Pinos, pues el tabasqueño ya había adelantado para el anecdotario folklórico nacional, que viviría como mandatario en Palacio Nacional.

El jefe de Gobierno y el PRD tenían todos los reflectores a su favor, con todo y los fuertes escándalos: el caso Ahumada, donde se conoció al René Bejarano que ya nunca nos imaginaremos sin embolsarse billetes; Carlos Imaz, distinguido perredista, hoy desaparecido del mapa político; la crisis que provocó la renuncia al partido de dos destacados perredistas, Rosario Robles, ex jefa de Gobierno y antecesora de López Obrador y Carlos Navarrete.

El caso del secretario de Finanzas y pésimo jugador de baraja, Gustavo Ponce, también quedó como “complot”, aunque nunca se comprobó; sí quedó de manifiesto que había negras intenciones desde altas esferas del PAN y el gobierno federal para utilizar al empresario argentino, Carlos Ahumada, en su calidad de patrocinador del sol azteca y exhibir las corruptelas en el interior del partido.

Bueno, todavía en plenas elecciones, la mitad de la población votó por este partido y el tabasqueño; tiempo después de los comicios, todavía hay quienes creen en él. Pero el asunto es que López Obrador recién vivía en plenitud un segundo aire al dar un golpe certero a la administración de Felipe Calderón, desmitificando la “poderosa” figura del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño Terrazo, y comprobarse que de “poderoso”, pues nomás… nada, pero eso sí: muy vivo para los negocios al amparo del poder.

Precisamente creemos que nombrándose a Mouriño Terrazo como encargado de la política interna del país fue cuando más ha perdido su calidad de omnipotente. Al momento de asumir el cargo, sus poderes metaconstitucionales como jefe de la Oficina de la Presidencia –así lo explicaba el reconocido columnista Ricardo Alemán– quedaban desactivados, pues ahora contraía obligaciones estipuladas en la ley, con normatividades claras, y, sobre todo, expuesto al escarnio de la opinión pública por la gran responsabilidad del cargo. Súmese que también al joven español-mexicano le ganó la vanidad y dio una entrevista a la revista “Quién” (especializada en quemar a políticos) donde se le dio el título de “Chico Superpoderoso” y se le conoció que no le gustan sus caderas anchas.

Y no sólo resultó “chafa” el “Chico Superpoderoso”, sino que además se le comprobó tráfico de influencias al firmar contratos con PEMEX siendo diputado federal integrante de la Comisión de Energía, y también como subsecretario de Energía. Que primero lo negaba, luego dijo que siempre sí, pero que había hecho “el sacrificio por todos los mexicanos” de renunciar a las empresas de la familia para integrarse a la vida política nacional… O sea, algo así como que todavía le debíamos un gran favor.

“Haiga sido como haiga sido”, el caso Mouriño demostró ser uno de los puntos más débiles del gobierno de Felipe Calderón. Su secretario de Gobernación pasaba a ser la mofa de la clase política y, sobre todo, el personaje cuestionado por la sociedad mexicana para ocupar la legendaria oficina de Bucarelli. Por cierto que alguien le debe haber dicho que se quedara calladito y ni se moviera del asiento para no cajetearla más en el asunto, porque hoy ni se escucha.

Pero bien se dice desde el PRD: “el peor enemigo de un perredista es otro perredista”, y lo que había sido una contundente victoria exhibiendo a Mouriño, se vio opacada por las elecciones del pasado domingo 16 de marzo, cuando el PRD sufragó en la búsqueda de la nueva dirigencia nacional y estatales. El escándalo del “Chico Superpoderoso” quedó borrado de la agenda nacional gracias a sus propios autores, ante unos comicios perredetos que se calificarían en poco menos que un chiquero.

No resulta raro históricamente hablando: lo que parecía el buen rumbo de una oposición férrea, capaz de demostrar la hipocresía de un gobierno de derecha, se vio aniquilado por el conflicto tradicional de la izquierda: la división improductiva y la nulidad de acuerdos entre sus miembros, faltos de organización y de unidad en los momentos clave, como el resurgimiento solaztequista.

Las peores elecciones del PRD en su historia, sin duda, por la gran cantidad de irregularidades, y por el encono que sostienen los principales grupos: los moderados, conocidos como “Los Chuchos” por su líder Jesús Ortega (llamados “colaboracionistas” por sus opositores); y los ultra, los lopezobradoristas, (bautizados por sus detractores como “radicales”).

Ahora es penoso que, como la Tigresa, el Partido de la Revolución Democrática esté más empeñado en hacerse notar por escándalos negativos (sólo falta que digan, con todo respeto, que la senadora Rosario Ibarra está embarazada, o que “El Pato” Zambrano se declare pejista), y que no se vea control de daños al asunto. Que parecieran disfrutar el tener todos los titulares en contra, como aquella máxima que se le atribuye a la reina del Pop, Madonna: “no importa si hablan mal o bien de ti, el chiste es que hablen”.

Da pena decirlo, pero al menos en el PRI –que tanto critican los amarillos– por lo menos se ponen de acuerdo para escoger a sus dirigentes; en el PAN, pues llegaron al poder y se enseñaron a usar el dedo… Pero en el PRD, de plano deberían estar llamando a Origel y a la Chapoy para que sirvan de mediadores en este pleito de argüenderas. Ya ni hablar de lo que aconteció en Veracruz, donde de plano el PRD está perdido en el mapa.

20 de marzo de 2008

La Isla Clipperton y la lealtad del capitán Arnaud


Con el perdón de una musa como Carmen Aristegui, tomamos este video relacionado al tema de la Isla Clipperton

Sí, a lo mejor no es nada novedoso lo que aquí se expone. El tema de la isla Clipperton es ya viejo, pero no deja de ser interesante por el significado histórico del atolón, además de las diversas historias que hablan de locura, sobrevivencia y la obsesión por apropiarse de este pedazo de tierra en medio de la nada.

Se trata de una isla en el océano Pacífico, deshabitada, de aproximadamente 11 kilómetros de circunferencia, “localizada en el Océano Pacífico norte, a 1.100 km al sudoeste de Punta Tejupan, en Michoacán (México), que es el punto más cercano a tierra firme. Sus coordenadas son: 10°18′00″N, 109°13′00″O. Es una posesión francesa administrada desde la Polinesia Francesa por un alto comisionado de Francia”, según dicta la Wikipedia.

Lo que muchos no saben, es que cuando México, en los tiempos del Porfiriato, reclamó la isla como parte del territorio nacional, y envió a una brigada militar para su custodia, cuyos hombres eran encabezados por el capitán Ramón Arnaud Vignon, originario de Orizaba, Veracruz, quien también llevó a su esposa Alicia Rovira, también orizabeña, y quien fuera de las últimas sobrevivientes a la isla, antes de su fallecimiento en 1922, a la edad de 30 años.

Biografía de Ramón Arnaud Vignon (según también la misma fuente)

Nació en Orizaba, Veracruz, en 1877. Hijo de Ángel Arnaud y Carlota Vignon, ambos de origen francés, radicados en México desde la Segunda Intervención Francesa. Ramón Arnaud cursó la Primaria en Orizaba y siendo ya joven, influenciado por su amigo el ingeniero Luis Reyes (hermano de Alfonso Reyes Ochoa así como Hijo del General Bernardo Reyes), decidió ingresar a la Carrera Militar. Sin embargo, por causas ajenas a la voluntad de Arnaud, no pudo ingresar al Heroico Colegio Militar; no obstante, debido a las influencias del General Reyes, entró siendo Sargento 1° en el VII Regimiento de Caballería. El 20 de mayo del año en que se dio de alta, desertó, por lo que fue apehendido enviándosele a la Cárcel de Santiago Tlatelolco por 5 meses y 15 días, además de la destitución de su Grado, para ser incorporado como Soldado Raso al XXIII Batallón de Infantería. Sin embargo, en sólo tres años recuperó su puesto anterior después de haber sido enviado a combatir la rebelión maya conocida como Guerra de Castas. Poco tiempo después, fue enviado junto al Coronel Abelardo Ávalos a Japón.


Gobernador de Clipperton

A su regreso de Japón, el Gobierno Porfirista lo designó encargado de la guarnición Militar de la Isla de Clipperton o de la Pasión, de la que Francia reclamaba su soberanía, por lo que protestó, ya que pensaba que esto significaría el destierro de México; sin embargo, el Coronel Ávalos lo convenció al decirle que Porfirio Díaz personalmente lo escogió a él para sostener el respeto a los intereses y prestigio de México en el conflicto Internacional con Francia, y que sabiendo que él hablaba perfectamente el Francés, Español e Inglés, podría significar una buena imagen y la prueba de la soberanía de la isla para el Gobierno Mexicano, por lo que finalmente acepta el puesto y llega a la Isla de la Pasión con el título de Gobernador en 1906. Ya en 1914, los alimentos de la isla comenzaron a escasear, puesto que el barco que salía de Acapulco, para aprovisionar la Isla regularmente, dejó de hacerlo con el estallido de la Revolución Mexicana y de la caída de Victoriano Huerta, por lo que algunos soldados decidieron escapar de la isla para regresar a México y conseguir la ayuda del Gobierno. Un barco norteamericano decidió llevarles provisiones, además de rescatar al alemán Gustavo Schultz (representante de la Compañía explotadora de guano en la Isla), quien se había vuelto loco. Con la llegada del barco norteamericano, se le impuso al Capitán Arnaud de los problemas que afrontaba México con la Invasión de Estados Unidos a Veracruz (Ocupación norteamericana de Veracruz) y del estallido de la Primera Guerra Mundial, aconsejándole que abandonara la isla, sin embargo, él y los demás soldados decidieron quedarse a cumplir con su deber, a pesar del olvido en que su patria los tenía.

Muerte

En 1915, el escorbuto cobró muchas víctimas en la Isla y, en 1916, Arnaud, ya desesperado y sin comida, avistó un barco, salió con tres soldados en una canoa para pedir ayuda; sin embargo, éstos al tratar regresar a la Isla de Clipperton murieron. El Gobernador Arnaud murió en 1916.

Visite (aunque sea cibernéticamente) la isla Clipperton

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